Cuando ya llevaban los peques más de una semana sin mamar, cuando yo daba por cerrada la etapa de la lactancia materna, cuando me decido a guardar los sujetadores de lactancia y sacar esos vestidos que llevo más de dos años sin ponerme… Entonces va y todo cambia.
Os pongo en antecedentes:
Decidí destetar a los peques una mala noche, no porque ya no quisiera darles más el pecho, sino para poder descansar más ya que, llevaba dos semanas sin dormir apenas y no podía con mi alma.
Y si que es cierto que las primeras noches tras dejar de darles el pecho los peques durmieron bastante bien, pero parece que esto no fue más que un puñetero espejismo y a la semana de haberlos destetado, no solo volvían a despertarse las mismas o más veces que antes, sino que, además, nos costaba horrores volver a dormirlos. Y ya no estaba la teta para dormirlos rápidamente.
Durante el destete, la asesora de lactancia ya me había anunciado que destetarlos no implicaba que durmiesen mejor y la archiconocida Rosa Jove lo confirmaba en una entrevista que le había hecho una famosa youtuber y que justo publicaron esos días.
Ambas afirmaban lo mismo: Dejar de dar el pecho no va a garantizar que el peque (en mi caso los peques) duerman mejor.
Yo, evidentemente, ante las malas noches que además ahora no solo sufría yo, sino para mi marido también, pensé más de una vez en la maldita hora en que decidí dejar de darles pecho y no haberme informado antes, pero ya no podía volver atrás. Lo había intentado y los peques no habían sabido mamar, me habían hecho daño. Así que nada, pensé que tenía que asumir aquello de «¡a lo hecho, pecho!» y esperar que las noches mejorasen pronto.
Volvamos a ahora:
Pues lo que os decía al principio del post, cuando ya, muy a mi pesar, daba la etapa de la lactancia por acabada, van los peques se ponen malos con fiebre, tos y mocos y empiezan a pedir teta a todas horas, sobre todo de noche. Algo que habían dejado de hacer hacía días.
Y claro ante esto, inevitablemente pienso en qué lástima que hayan perdido la capacidad de mamar. Con gusto volvería a darles el pecho ya que, el motivo por el que deje de hacerlo (dormir más) había resultado ser un fracaso más que absoluto.
Es más, había dejado de tener ya los pechos duros y doloridos y fue escuchar a los peques pedir teta otra vez y salirme un minibulto de leche otra vez en uno de los pechos.
Pasaron un par de días y los peques seguían pachuchos y pidiendo teta. Una mañana temprano mientras dormía en la cama de Ona con ella, Arán se bajó a la cama de su hermana y ni corto ni perezoso me levantó la camiseta del pijama y se me enganchó al pecho. ¡Sorpresa! Me desperté porque noté alivio en el pecho y reconozco que cuando lo vi mamando, lejos de apartarlo, lo abracé y me volvía a quedar dormida.
La siguiente noche de madrugada, cuando ya no podía más con mi alma, y Arán llevaba dos horas despierto con fiebre, tos y mocos me pidió teta y no pude negarme. Le di de nuevo pecho. ¡Otra vez sorpresa! Porque lejos de hacerme daño al mamar parecía que se enganchaba bien.
Yo después de darle el pecho me sentía fatal. No por darle el pecho en sí, sino por pensar que todavía los peques no tenían superado el destete (cuando yo creía que si) y yo no hacía más que marearlos.
Esa misma tarde, mi marido estaba paseando con Nuka cuando los peques se me pusieron a llorar y a pedir teta. ¿Qué hice? Darles pecho y sorprendentemente Ona también parece que se enganchaba bien.
Visto el plan, se nos presentaba el dilema de qué hacer ¿volvía a instaurar la lactancia materna o continuaba con el destete? Tras hablarlo con mi marido y valorar pros y contras y visto que el único motivo por el que había dejado la lactancia eran las noches y estas no solo no habían mejorado, sino que habían empeorado, la decisión fue bastante fácil de tomar, aunque mi sensación era que hiciese lo que hiciese lo estaba haciendo mal porque:
- Si volvía a dar el pecho, les habría hecho pasar por un destete sin necesidad y si además al final me hacían daño o no se enganchaban bien tendría que volver a empezar de cero.
- Si dejaba de darles el pecho, tenía que seguir escuchando cómo pedían teta y no darles. Además de sobrellevar las malas noches.
Como imaginaréis les acabé dando el pecho y ya llevamos así dos días. Parece que a los peques el ponerse malitos les reavivó sus instintos más primitivos y recuperaron su capacidad de mamar. Muy raro todo.
De momento parece que duermen mejor o como mínimo no tardamos dos horas de reloj (sin exagerar) en dormirlos y todos descansamos más cuando la fiebre, la tos y los mocos no lo impiden, que vaya invierno llevamos entre bronquitis y virus varios.
Así que nada, contra todo pronóstico, vuelvo a dar pecho a los peques y los tres volvemos a disfrutar de la lactancia materna. Yo encantada, los peques también y de paso mi marido también que vuelve a poder dormir más o menos bien.
Me sabe muy mal haber hecho pasar a los peques por un destete con sus consiguientes noches, pero mirando la parte positiva, ahora sé que el destetarlos no va a hacer que duerman mejor y que yo no estaba preparada para hacerlo.
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