Hace unos días fui a hacerme la revisión ginecológica. Como tengo mutua por el trabajo de mi marido fui a la Dexeus que es el hospital privado que me pilla mejor por domicilio. Mi hermana María me acompañó y así me ayudaba con el peque mientras me hacían las pruebas. Que él además, está encantado con su tita.
Supongo que todas las revisiones funcionan igual. En este caso, primero me hicieron una ecografía y después me hicieron subir a la consulta de la doctora. No sé si en todos los sitios es igual pero en la Dexeus, junto al despacho de los doctores, hay una sala donde te hacen la citología y el resto de la revisión (peso, tensión, tacto…). El caso es que, mientras mi hermana se quedaba con el peque en el despacho de la doctora, me pidieron que pasara a la sala contigua, me desnudara en el baño y me pusiese una bata blanca para hacerme la revisión.
En una de estas, estando en el baño sola y mientras me cambiaba miré hacía una de las estanterías donde había diferente material médico como compresas o gasas, pero mis ojos se fueron directos a unos vasos pequeños de plástico con forma de tacita que había allí apilados y los recuerdos volvieron a mí inmediatamente para pararme el corazón por un segundo e inundarme de absoluta tristeza. Me entraron ganas de salir de allí corriendo. En esos vasos es donde me habían hecho hacer pis, al menos tres veces a lo largo de mi camino hacia la maternidad, para hacerme los test de embarazo cuando la regla no me venía (los culpables siempre eran los quistes).
Evidentemente, los test siempre dieron negativos. Esos negativos que dolorosos eran, pero ahora no me duelen los negativos, me duele el recuerdo de los sentimientos que en aquel momento tenía. Aquellos sentimientos de desolación, frustración y derrota. Me sentía derrotada y agotada, me sentía profundamente triste y el recuerdo de esos sentimientos me temo que no desaparecen. Al menos, no lo han hecho aún.
Ver esos vasos me hicieron transportarme a mi yo de hace siete años, a mi yo deseosa de cumplir un sueño, a mi yo luchadora, pero frágil a la vez. Ojalá hubiese podido decirle a mi yo del pasado que todo iba a salir bien, que conseguiría, no solo ser madre, sino serlo de forma numerosa. Ojalá hubiese podido evitarle tanto sufrimiento.
Quién sabe, quizás ese daño y ese sufrimiento fueron necesarios para convertirme en quien soy hoy.