Hasta siempre yaya

El 8 de enero de 2023 murió mi abuela y este es el texto que leí en su entierro y que me gustaría compartir en el blog:

No os voy a explicar lo maravillosa que era mi abuela porque todos los que estáis aquí ya lo sabéis. Hoy mis palabras son para ti yaya porque, aunque ahora mismo tengo el corazón roto y me duele hasta respirar, sé que si no te las digo me arrepentiré el resto de mi vida.

¿Sabes? Cuando te diagnosticaron Alzheimer apenas me afecto. Recuerdo recibir la noticia con tranquilidad porque estaba convencida de que tú no llegarías a olvidarte de mí. Me parecía imposible, pero sí, llegó el día en que no me reconociste y aunque dolió muchísimo, me valía que me quisieras y que se te iluminaran los ojos al verme porque aunque no sabías quién era, sabias que me querías, que era algo tuyo y eso me bastó durante mucho tiempo, pero el Alzheimer avanzó y ha sido muy duro ver cómo te apagabas y aunque todos los que estamos hoy aquí sabemos que la vida que has tenido durante los últimos meses no la hubieses querido y que lo mejor es que fallecieras cuidada, tranquila y sin sufrir, como así ha sido, duele mucho, duele muchísimo saber que no eres eterna.

Yo creo que en esta vida todos cargamos con una mochila invisible que llenamos de recuerdos y experiencias y la mía y la de mis hermanas van cargadas de recuerdos tuyos y la mayoría de ellos son divertidos y alegres porque así has sido siempre con nosotras. Divertida y alegre.

Si pienso en ti cuando era pequeña siempre te recuerdo con la radio puesta y tu música de Georgie Dan a tope o persiguiéndome pasillo abajo, corriendo detrás de mí, amenazándome con estrujarme entre tu pecho si no dejaba de perseguirte a todos lados y, ambas sabemos, que a ti te encantaba que yo te siguiera y a mí me encantaba verte correr detrás de mí. Recuerdo cómo por las tardes nos preguntabas si queríamos fruta, te decíamos que no y decías “¡no me pidáis cuando me siente que no me voy a levantar!” y era sentarte en el sofá con tu bata y tu delantal, ponerte a cortar fruta encima de tu regazo y todas aparecíamos de la nada para robarte los trozos de manzana que estabas pelando para ti. Tú te levantabas a buscar otra, mientras, con media sonrisilla, te quejabas de que cada día pasaba lo mismo. Recuerdo las mañanas en el patio de casa cuando la tía Carmen y tú os poníais a chafardear y lo hacíais en gallego porque decíais que así no nos enterábamos, igual que las palabrotas que las soltabas en gallego y le decías a la mama cuando te reñía que no pasaba nada porque no nos enterábamos, aunque yaya creo que es hora de confesar que sí lo hacíamos, sí nos enterábamos. Recuerdo las tardes de tute en casa con los tíos, recuerdo el olor de la casa cuando hacías filloas o cuando hacías tú riquísima empanada gallega. Recuerdo tantas cosas que esta carta no tendría fin, por eso yaya, gracias. Gracias por llenar nuestras mochilas de recuerdos, gracias por estar siempre ahí y por estar siempre presente en nuestras vidas. Gracias por regalarnos el amor incondicional de una abuela durante más de 38 años aunque, si pudiéramos, pagaríamos todo lo que tenemos por disfrutarte otros 38 años más.

Ahora solo quiero que este dolor que siento desaparezca para poder recordarte con cariño porque si recuerdas, no olvidas y si no olvidas no mueres y ninguno de los que estamos hoy aquí podemos olvidarte porque eso es imposible.

Te queremos.

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